Música Cuerpo y Síntoma


COMO SE INSCRIBE LA MÚSICA EN EL CUERPO



Sin duda alguna, Lacan en sus enseñanzas nos muestra el valor que tiene el significante sobre el sujeto y de las consecuencias que de este podrían desencadenarse, una palabra puede salvar o incluso matar según sea el caso, en este caso la música podría tener esta misma consecuencia afectando tanto al psiquismo como al mismo cuerpo. Pero… si la inscripción del sujeto es a partir del lenguaje, ¿que sucede con el ritmo y los silencios de la voz de la madre, pasara esto en otras culturas?
La música ha estado presente a lo largo de la historia y las culturas del hombre manifestándose en un sin fin de formas y estilos, esto ya desde hace miles de años, cosa no nueva pero que siempre ha producido curiosidad en muchos campos de investigación. La danza es un ejemplo de ello, la música en cualquiera de sus formas, ha estado presente desde culturas muy antiguas como la de los chinos o como la de los aborígenes australianos, o bien, para no ir tan lejos, esto lo podemos constatar en el México prehispánico, podemos observar por ejemplo en los murales de Bonampak Chiapas donde se ve una ceremonia maya, otro ejemplo es en el templo de los caracoles emplumados en Teotihuacán, u otros como el del códice Nutall donde encontramos a Nahui Ozomatli (Mono) Dios de los volcanes y los terremotos, tocando el atabal, huehuetl, y blandiendo la sonaja, en esta pintura rupestre, podemos ver al Dios en una especie de danza en la cual el cuerpo es necesariamente un vínculo entre él y la música, se logra ver como la música tiene un contacto muy estrecho con el cuerpo. La danza es el medio por el cual el cuerpo hace sentir la vibración musical, el elemento clave es el ritmo, podríamos comenzar diciendo que existe una dialéctica necesaria entre el cuerpo y ritmo, pero, ¿de que clase de ritmo y porque el hombre se ha dado a la tarea de someter el cuerpo al ritmo? De entrada la respuesta se encuentra en el mismo cuerpo, sí, en el vox-populi se dice “el ritmo lo trae en la sangre”, con esta frase nos preguntamos, ¿será cierto eso?, en el pensamiento del renacimiento se comienza a teorizar acerca de esto, en muchos casos, la música tenía una tiempo parecido a los latidos del corazón, y dependiendo del grado de excitación es como podía ser interpretada la música, si por ejemplo el cuerpo estaba en un estado tranquilo, el movimiento musical era parecido a una danza lenta que no rebasara los 80 latidos por minuto, pero si la excitación fuese de mayor intensidad, el ritmo musical aumentaría instantáneamente el ritmo cardiaco y por ende, la excitación corporal.
De esta manera, el cuerpo se inscribe en el ritmo musical llevándolo al inevitablemente movimiento de alguna parte de nuestro cuerpo, lo más común es mover el pie como símbolo a una reacción fisiológica, pero… no solo es eso, también podría ser una reacción del inconsciente representada por el cuerpo, ya que si eso que se escucha es producto de un objeto sonoro, cabria preguntarse, ¿Qué en mi imaginación se crea para dar lugar a aquello que escucho, pueda darle sentido? El sentido es aquello que en nuestra propia subjetividad se encuentre a merced de deseo y únicamente a esta condición es como el cuerpo dará cuentas a ello, y esto unido a la cadena de significantes que a posteriori representará el sujeto, es decir, algo tiene que resonar en el significante para que exista transferencia entre cuerpo y ritmo, y esto tan solo entre el sonido emitido rítmicamente por un tambor o cualquier tipo de percusión, si a esto le aumentamos alguna melodía, la carga en cuanto al contenido simbólico aumenta y por tanto la transferencia será más estrecha entre cuerpo y música. El cuerpo en este caso, se vuelve sensible al Otro cuerpo, ¿Qué cuerpo? Ni más ni menos que al cuerpo sonoro.
Por otra parte, el ritmo y el cuerpo son necesarios para la producción de cierto sonido, es decir, un cuerpo por sí mismo carece de vida, es necesaria la presencia de un otro para lograrlo, la música en este caso, logra aquello que se introduce en el psiquismo de un sujeto, llevándolo a un mundo donde el sujeto solo es partícipe de esa experiencia única, pero, esa experiencia puede desencadenar otras y otras más, es decir, las palabras que en cada uno de nosotros representará con formas como la imaginación, fantasía, y todo aquello que tenga que ver con lo simbólico e imaginario. Un cuerpo sonoro -en este caso cualquier instrumento musical- puede emitir una cierta frecuencia, la más común el la nota La, es la que escuchamos cuando una va a un concierto y antes de que comienza la obra, sale el concertino y emite tal sonido para que toda la orquesta esté con ese mismo La, esta nota tiene 440 Hz por segundo, imagínense que cada una de las notas fuesen solo frecuencias y nada de música, tendríamos una gran masa de sonidos que no entenderíamos, como lo que pasa con el ruido, en la naturaleza existen sonidos, por ejemplo el sonido de un pájaro, un buen oyente puede identificar que nota en la escala música podría ser, esto también lo encontramos en las bocinas de los automóviles, cada uno posee una frecuencia o un tono específico que resuena no solo para a quien se le agrede con la bocina, el cuerpo obedece a este sonido sea o no agradable, si a uno le mientan la madre, inmediatamente el cuerpo es quien responde, o todo lo contrario, si el sonido de una bocina es hasta gracioso -sonidos como la del grito de tarazan, vacas u otros- el cuerpo actúa como lo es la sonrisa o un gesto. Pero… nos falta algo muy importante, ¿Cómo percibimos los sonidos o la música? La respuesta sigue siendo; el cuerpo, sí una parte muy importante en un sujeto es su oído, este tiene una relación desde el nacimiento, la relación que se tiene es desde que la madre da las primeras palabras al bebé, dirán muchos ¿Qué tiene que ver la madre? La madre emite sonidos que ciertamente son incomprensibles para un recién nacido, pero lo importante es el valor rítmico de las palabras, ya sean de manera suave y sutil, o hasta de enojo, la voz junto con el lenguaje tiene la característica de tener elementos rítmicos, incluidos los silencios, que hacen de esto algo muy importante: el lazo social es lo que más importa.
Si nos fuéramos al otro extremo, que pasaría con aquellos que no tuviesen una madre, la sustitución de ello podrían ser aquellos objetos sonoros a su alrededor, como la enfermera, la abuela, el padre, los sonidos ambientales etc. etc., no nos podemos librar del mundo sonoro, esto es imposible, ya que por muy silencioso que sea cualquier parte del mundo, este estará subordinado al movimiento terrestre u a otros fenómenos naturales como un sismo o un terremoto, estos desprenden una enorme cantidad de energía por medio de ondas que se van desplazando rítmicamente a lo largo de su epicentro, aún con esto, el cuerpo no puede escapar de este acontecimiento, más allá de nuestro sentido de supervivencia, se encuentran otros factores que responden a la movilización del cuerpo. Con lo anterior, me refiero a que un pequeño acontecimiento, puede desencadenar todo un complejo sistema donde el cuerpo frente a la música pueda tener, de cierta manera, la música se presenta como un ente para el sujeto, una esencia que en el sujeto común no logra comprenderlo, para muchos, la música hoy en día, solo es aquello que presenta como una forma de comercio, otorgándole un lugar sin mucho valor como una obra de arte, hoy día, lo primordial es solo el valor monetario y jamás estético. Lo que en realidad se está explotando no es la calidad musical, sino la clave de ello esta en explotar el valor rítmico para que el cuerpo reaccione a cierto ritmo musical, como el rap, pop, reggaetón, banda, hip hop, ska u cualquier otra llamada “de moda”, bien sabemos, que en cuanto al contenido y calidad musical, su contenido es solo insípido y carente de valor intelectual.
Para finalizar, hablar de música y el cuerpo tiene una dimensión muy extensa, en la medida en que podríamos ir desmenuzando cada uno de los estilos musicales para saber cual sería su deseo de existir y también preguntarse acerca del deseo del sujeto frente a ella. La música tiene esa dosis misteriosa de poseernos.

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